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About Ndugu

Hace unos meses La Casa Estudio estuvo en Kenia grabando con Híbrida un cortometraje de ficción, aunque una vez que estás allí grabando lo que es realidad o no resulta bastante difuso.

La experiencia fue todo un reto, tanto a nivel técnico, como personal. Topicazo, sí. Lo sé. Tanto como me sentía yo siendo el musungu (hombre blanco) de la aldea.
Lo del reto no viene por la falta de luz, ni de agua corriente, ni siquiera por no encontrar pilas para los radio micros en muchos kilómetros a la redonda.
Eso no importa demasiado.
Convivir durante unas semanas con unos 900 niños, y no tan niños, huérfanos, algunos con serios problemas de salud, tanto físicos como psicológicos, y con sus abuelas que son también amas y cuidadoras y agricultoras y artesanas y cocineras y súper señoras fuertes y curtidas, te hacen replantearte un par de veces eso de hoy no puedo, no tengo tiempo, estoy muy cansado, lo haré mañana.

Te sientes más o menos como lo que eres, sólo que se te había olvidado. Un musungu mimado. No mimado por tus padres. No un niño bien, no.

Con 10, 20, 50 u 80 años. Somos, en general, los niños mimados por el Planeta Norte.

Evidentemente que nos lo curramos aquí, está claro. Pero esto es otra escala. Vivimos en la piscina climatizada del planeta.
Y en el cajón del mueble del baño tenemos el paracetamol y el ibuprofeno. No sé muy bien para qué, pero ahí están.
Y en el otro cajón está el pasaporte de la UE, algo que no valoraba hasta que he metido los pies en el barro y he visto la lotería en la que nacemos.
Como decía David, si naces por aquí las cosas son más o menos fáciles, con sus cosillas, está claro. Si naces allí, la historia cambia bastante.

Lo feliz o no que cada uno pueda llegar a ser es distinto. Estos chavales se levantaban dándole al 4/4 con cacerolas e instrumentos improvisados en la plaza, el que podía se llevaba una radio que se cargaba con una manivela y bailaban sin parar; desde fuera parecía que disfrutaban. Organizaban partidos de fútbol todas las tardes en los que los diestros cedían la zapatilla izquierda a los zurdos y viceversa. No deja de ser una bonita metáfora política que podríamos aplicarnos.

Ser feliz no tiene nada que ver con el calor, el polvo rojo o la falta general de recursos.

Ahora andamos en la fase de postproducción, con la alegría de saber que el corto ha sido seleccionado para la Sección Oficial de la Berlinale. Algo que valoro bastante, aunque si pienso en la gente que conocí allí parece una gilipollez, la verdad.

Un corto de realidad en un festival de ficción.

Vaya por ellos esta alegría que siento. Esta alegría de niño mimado del Planeta Norte.

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